La Edad de Hierro, Fundación Klemm by Aldo de Sousa

Fundacion Klemm
Noviembre 2015
Curadora: Florencia Qualina

EL ÚNICO MÉTODO ES LA DEMOLICIÓN ABSOLUTA

En el mundo iconográfico de Débora Pierpaoli son insis- tentes formas que bajo los contornos de perros, libros y bustos conforman aquello que aguda y bellamente percibió Santiago Garcia Navarro como“un vasto imaginario infantil, errático y traumatizado” ; sin embargo una serie de desplazamientos, y grietas han cristalizado otras vías por las que su trabajo circula y se adhiere en el transcurso de los últimos dos años.

Hasta entonces, Ana Mendieta y Joseph Beuys conform- aban faros, señales para su propia trama que enlazaba lo animal, el sacrificio y la supervivencia en un extrañamiento pavoroso ante el mundo, pero que al mismo tiempo incluían la posibilidad de vivir en él. Si Débora moldeó durante el último año y medio una iconografía heroica, no es casual que Alberto Greco sea el Angelus Novus de esta narrativa. Greco escribió con su propia sangre en la palma de su mano la palabra “Fin”; su último acto al quitarse la vida fue también un intento tan drástico como efectivo por establecer el inicio de una mitología. De modo autoconsciente Greco hizo una performance radical, enhebró su vida y obra con unos hilos tan tensos que la muerte funciona como un eslabón necesario para fijar el mito.

La Edad del Hierro se inicia -y también concluye- con el gesto final de Greco, y con él, una mitología desviada hacia temporalidades extrañas, el mundo de las ruinas y los imperios caídos, de reliquias, armas y cuerpos desmembrados. Perros, libros y bustos permanecen, pero para generar otras conexiones que podemos intuir más bien orientadas a encarnar figuras tutelares, a ser atributos de custodia o expansión dentro de este, un sistema narrativo alegórico.
Aquí las obras se despliegan en fases que podemos imaginar recorriendo circularmente una serie de secuencias: la exca- vación arqueológica, el culto de las reliquias y el museo.
Si la excavación arqueológica implica un encuentro azaroso o no, con piezas de una temporalidad remota, la imagen devocional en un espacio sagrado, y el museo dispone los objetos para la contemplación sustrayéndolos de su funcionalidad y contexto; podríamos aventurarnos a pensar que cada una de estas imágenes podría en un universo paralelo, moverse graciosamente entre los tres ámbitos: ruina arqueológica, pieza de culto, objeto estético.
En cada una de estas instancias se producirían conexiones divergentes entre ellas y el cuerpo de quien las enfrente.
El corpus de obra que compone La Edad del Hierro fue realizado por Débora de manera inconsciente y sin referentes visuales exteriores demasiado específicos, salvo el caso citado. Imágenes que fueron tomando forma del mismo modo en el que se recuerdan los sueños, a partir de fragmentos, anotaciones, caminos interrumpidos; claramente las hizo mirando un pasado difuso, inventado, de humores beligerantes en los que siempre sobreviene la muerte.
Probablemente la imposibilidad de imaginar el futuro sea el rasgo que nos distinga como vivientes históri- cos, entonces son todos los Pasados -propios, ajenos, documentados, fabulados- el único capital disponible para ser ocupado por una fuerza melancólica que necesita romper todo, otra vez.

Florencia Qualina

¨Tormenta de espadas¨, Eugenia Viña, Suplemento Radar, Página 12

Frágil, Fundación Klemm by Aldo de Sousa

Agosto 2015
Curaduría: Julio Sánchez
Artistas: Fabiana Larrea, Pablo Lehmann y Andrea Moccio

Obras Pablo Lehmann:

Inventario de palabras del idioma español (a-d)
135 x 99 cm
Papel calado
2015

Las sandalias de Kawabata / Las sandalias de Sófocles / Los amores de Marguerite
Medidas variables
Papel calado
2013-15


Texto Curatorial
Entre lo efímero y lo duradero se ubica lo frágil. Por siglos se ha creído que la eternidad era una aspiración del arte, que la obra debía crearse para que trascienda la vida de su creador. Pero no todos los artistas pensaron igual. Las experiencias performáticas, las intervenciones en el paisaje y el uso de materiales perecederos demostraron que un momento breve era tan válido como el eterno. Fueron efímeras las performances de Joseph Beuys, las coloraciones de cursos de agua de Nicolás García Uriburu y las lechugas de Giovanni Anselmo. Las diversas formas de reproductibilidad y el archivo las ponen a salvo -o al menos así lo creemos- a estas obras de la pérdida y el olvido. Existe un término medio entre aquella pretensión de durabilidad infinita y la contingencia de lo efímero, y esto es lo frágil, aquello que tiene una estructura ontológica que puede fracturarse en cualquier momento por acción de agentes externos. Es eso que está, pero en cualquier momento puede dejar de estar. En términos absolutos todo soporte artístico es frágil, la tela puede ser acuchillada o perforada (lo demostró Lucio Fontana), la madera se agrieta con los cambios de temperatura, el mármol tan elogiado por su dureza tiene en la Venus de Milo la verificación de su condición ambigua. Edificios nobles, de piedra o madera han sido arrasados por las fuerzas de la naturaleza o por la mano de hierro del hombre. Más aún, nuestra existencia material es también frágil aunque no nos guste reconocerlo. Algunos artistas han elegido la fragilidad como leitmotiv de su obra. Fabiana Larrea, Andrea Moccio y Pablo Lehmann producen obras que exigen una manipulación cuidadosa, un cuidado especial para conservar su pervivencia; una ráfaga de viento podría dañarlos. Dos de ellos han utilizado el papel; la tercera, hilo de coser blanco. El papel es dúctil, es una superficie bidimensional que puede manipularse y convertirse en un objeto, se desgarra fácilmente, pero también puede lacerar la carne con su filo. Del mismo modo, el hilo puede unir y a la vez puede cortarse de sólo un tirón, he aquí la riqueza de estos materiales: contienen potencias opuestas, construyen y destruyen, arman y desarman. Pablo Lehmann avanza con un cortante por la superficie del papel para recortar letras y palabra. Lo suyo no es la exactitud de los artistas conceptuales, la exploración del concepto, sino el goce por la materia aunque sin restringir su gusto por la filosofía y la literatura. Presenta una serie de tres trabajos de pared inspirados en la enciclopedia o en un Inventario de palabras del idioma español como él mismo tituló a su obra. Cada papel calado se superpone con otras capas, de manera tal que aquello que se veía vacío aparece lleno. A lo lejos cada obra roza los límites de la abstracción, de cerca se pueden leer claramente las palabras seleccionadas. Textos de Sófocles, Marguerite Duras y Yasunari Kawabata, algunos de los autores favoritos de Lehmann, son la materia prima para calar planchas de papel y con ellas construir tipos de calzado asociados a la cultura de estos tres autores; estos constituyen el segundo grupo de trabajos, más tridimensionales. Hay una diálogo fértil entre la moda del calzado, variable y olvidable, y la continuidad de las obras escritas por estos autores. Fabiana Larrea presenta obras que forman parte de sus dos series: Intentos (para decidir que debe estar en la mente) y Los sueños breves, que constituyen un conjunto de tejidos aéreos parientes de la telaraña aunque infinitamente más complejos, con una técnica personal que puede emparentarse con el ñandutí o el crochet, y sobre todas las cosas a sus recuerdos de infancia. Nuestra artista trabaja como una Aracné contemporánea, sus tejidos se abren en el espacio con formas complejas y tramas irregulares; uno puede imaginarse que en algún momento cada tejido fue un carrete de hilo con las hebras prolijamente enrolladas y de pronto, como un minúsculo big bang, estalló la forma. Cuando se iluminan, apenas proyectan sombra, tal la sutileza de su existencia. En ese despliegue de forma hay más vacío que materia, algo poco frecuente en el arte contemporáneo más adepto a la acumulación de objetos que a su eliminación. Los hilos blancos de coser se abren al espacio como si en vez de atrapar una presa –como lo hace la araña- quisieran contener eso que se escurre a cada instante, esa sucesión de momentos que constituyen la vida. Andrea Moccio es una experta grabadora que ha usado la serigrafía de forma profesional y artesanal a la vez, su técnica consiste en imprimir papel de seda en ambos lados en forma manual para luego troquelarla con sacabocados, el papel se carcome hasta dejarlo al borde del naufragio. Logra una textura escamosa, parecida a la piel seca de una serpiente o quizá al exoesqueleto, como el que dejan las cigarras adherido a la corteza de los árbol. Sin embargo ella prefiere llamarlo más poéticamente piel de dragón, en efecto el tamaño de sus obras hace pensar más en un ser de dimensiones heroicas, que en un insecto de verano. Esos papeles que recorren el espacio recuerdan a los tantos dragones que antaño poblaban la imaginación de poetas medievales, y que hoy resurgen o se avivan en las sagas heroicas del cine y la literatura juvenil. Esa piel enorme se desplaza por el espacio de la sala con sinuosas líneas, como siguiendo el rastro de un ser irreal, se levanta como un muro que a la distancia parece vigoroso, pero en la cercanía es delgado, con ínfimas e infinitas perforaciones. Es un muro frágil que podría ser atravesado por un niño a la carrera. Pasional es el video blanco y negro de un minuto de duración que se proyecta en loop, muestra cómo las manos de la artista manipulan y perforan una estructura alveolar de papel; el volumen tiene el aspecto de una esponja de mar gigantesca que es desgarrada por la presencia humana. El sonido del papel rasgado se asemeja al chisporroteo del fuego, es una chasquido que se repite a intervalos regulares y que produce muestras casi el mismo efecto hipnótico al observar una chimenea en invierno. Tanto en materiales, formato y sentido el trabajo de los tres artistas es claramente distinto. Tienen en común una técnica meticulosa, casi obsesiva, de precisión y repetición, más cercana a formas de meditación con mantras. La técnica de cortado, perforación o tejido que usa cada uno corre el riesgo del aburrimiento minimalista, pero a la vez la posibilidad de saltar a otro estado de conciencia. Sus obras se sitúan entre la materialidad y la inmaterialidad en un justo y delicado medio, en una alternancia de llenos y vacíos. Mientras que Lehmann se compromete con un trabajo más ligado al logos, Larrea trata de enrejar el vacío y Moccio acribilla el papel de seda para escamarlo, los tres trabajan al borde de la materialidad y con sus obras componen un elogio a la fragilidad.
Julio Sánchez

Contrarqueologías, FNA by Aldo de Sousa

Casa de la cultura del Fondo Nacional de las Artes
31 de julio al 5 de septiembre de 2015

Desde el ciclo Filiaciones, dirigido por Andrés Labaké y Fernando Farina, directores de Artes Visuales del FNA, se convoca a un artista para que él mismo filie su obra con la de otros dos. Vínculo que establece de acuerdo a sus propios criterios.
Artista invitado: Leopoldo Estol, quien filia su obra con Pablo Rosales y Jane Brodie.

Como un tigre de papel en el sol o como un gato en una caja en el barro
Salgo a caminar casi todos los días, como ejercicio. Es el único momento en que enfrento la calle con lo puesto, sin ninguna carga encima. Además, caminar sostiene y acompaña más que cualquier otra disposición del cuerpo el ejercicio de la escritura. Caminar y escribir son quehaceres que van de la mano.
El parque Saavedra es casi circular y por debajo le corre un arroyo. Está circunvalado por la bicisenda Interparque, casi siempre desierta. Camino rodeándolo de mañana con el cielo turquesa y frío seco (¿qué más pedir?). Hace días que escucho Sea Change de Beck durante el recorrido. Los rayos del sol pegan perpendiculares a todo y las formas se deforman un poco. Entre árboles y sombras largas voy andando de cara a la luz con los ojos un poco entrecerrados, haciendo de vez en cuando alguna mueca ridícula como para ahuyentar algún reflejo repentino más intenso. En este estado de cosas y sin entrar en detalles podría ser cierto que estoy caminando en plena naturaleza, atravesando un territorio sin demarcar, lejos de Buenos Aires.
Like a paper tiger in the sun (como un tigre de papel en el sol), repite el estribillo de la canción. Casi en automático hago un movimiento de pinza fina con la mano, ese gesto exclusivamente humano que nos diferencia de otros primates. Imagino que entre el pulgar y el índice sostengo un fragmento pequeño de papel groseramente recortado a mano en el que veo dibujado un tigre, me doy el gusto de ver “representada” esa canción que escucho. Y elevo la mano hasta interceptar el dibujo con algún rayo de sol. Sigo andando con la mano en alto y lo voy contemplando, lo tengo a la distancia justa y la luz acompaña bien (no lo hice yo, no soy artista y no dibujo, soy espectadora lisa y llana). Los bordes desgarrados del soporte dejan pasar fluidamente la luz, en el centro el resplandor no llega a atravesar el papel pero hace inestable la línea del dibujo. Enseguida me viene a la cabeza algo que dijo Leo hace un tiempo: “El arte es lo que más se escapa”. Y sí –pensé- a veces es como un horizonte móvil, solamente un indicio, eventual como este acto mínimo de imaginación mientras camino. Un dibujo fabuloso allá arriba flotando en el cielo, señalado con el dedo en plena calle, tan frágil que no tendrá futuro como resto material del pasado. Un objeto contrarquológico: una promesa de felicidad.
Al arte a veces lo dibujan como un horizonte tardío en su última fase de existencia, llevándose a la rastra el carro mendigo de los hitos pasados, restos más o menos espectaculares, bicicletas y cajas de jabón en polvo, signos de cambios irreversibles… Sigo caminando por la bicisenda periférica, pensando en el círculo desdibujado del arte, y hasta me parece escuchar allá enfrente los comentarios de algunos vecinos indignados. Sospecha e infelicidad: “acá hay gato encerrado”.
Estoy feliz, el presente me ubica en una vecindad temporo-espacial-momentánea con tres artistas que admiro. Me cuesta adjetivar sin caer en palabras repetidas, pero bueno, lo primero que diría es que el tigre de papel en el sol que hubieran dibujado ellos sería bello, y llevaría infiltradas encima las dos partes del arte, lo eterno y lo contingente (como diría Monsieur Baudelaire), o la contemplación y la comunicación directa (como diría el Fantástico Greco), los opuestos que solo el arte es capaz de filiar.
Barrio Parque es medio circular, su estructura escapa de la cuadrícula, abundan las curvas y diagonales, es casi una isla adentro de la ciudad, silenciosa y autosuficiente. Caminando por sus calles me siento extranjera. La búsqueda Moderna de una relación matemática entre las medidas del hombre y la naturaleza (cuyo patrón era un ser humano con la mano levantada), fue parte de una utópica lista de bienintencionados bienestares. Pero la ciudad es despareja y hay espacios auto-excluidos y otros excluidos-a-la-fuerza, que se construyen sin el auxilio de especificidades matemáticas. Acá nomás, la Villa 31 está armada como una serie de cajitas superpuestas, módulos suspendidos que se repiten a color. High and low. Por la ciudad desigual los artistas van hilvanando sus pasos, desparramando indicios que vale la pena seguir, escrituras y marcas en la pared hechas con el cuerpo entero, cruzando la calle en la discontinuidad del terreno para aparecer en el espacio que les toca. Hoy tres artistas, en su andar, trasponen las paredes de una casa- módulo-blanco en la Buenos Aires de barro. Y aparece una filiación en común, como un hilo transparente que resiste. Acá adentro, antes de seguir camino, arman una tela de intercambios y resonancias, sin nudos fijos que inmovilicen entre sí a las cosas. Es más bien la empatía la que logra poner en proximidad bordes suavísimos que tienden naturalmente a atraerse. Es una filogenia a voluntad más allá de toda herencia autoritaria. La expansión insiste en armarse en horizontal, como el andar de la escritura en la caminata, desdibujando toda idea de territorialidad fija. La réplica al espacio cerrado toma la forma de un dispositivo afiliado al nomadismo, a la desterritorialización.
Una vista satelital muestra esta casa en el mapa como un espacio aún más reducido, parece una pequeña caja blanca. Acá hay un gato encerrado, como en el experimento imaginario de Schrödinger. Rarezas de la mecánica cuántica determinan que el animal puede estar vivo y muerto al mismo tiempo (una superposición imposible de estados), todo parece depender del punto de vista del espectador.
(Qué vivan artistas!)
Viviana Saavedra

Bellos Jueves, MNBA by Aldo de Sousa

Bellos Jueves nació en abril de 2014 con el objetivo de entrecruzar el patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes con proyectos de artistas y músicos contemporáneos. El último jueves de cada mes entre las 19 y las 23.30 el MNBA abre sus puertas con intervenciones de artistas, música en las salas y terrazas, visitas rapeadas, videos y otras actividades.
Lejos de pensarse como una exhibición, este año el ciclo propone una serie de ensayos en relación a la museografía de la colección permanente y se piensa en vínculo con el numeroso público que visita cada edición. El carácter efímero de Bellos Jueves condiciona cada proyecto y desafía la temporalidad a la que están habituadas las artes visuales.
La importancia del ciclo reside en la invitación a artistas a pensar o problematizar a través de sus intereses y proyectos algún momento de la historia del arte, desde la colección del MNBA, interrumpiendo la linealidad con la que se presentan habitualmente las exhibiciones.
El 25 de junio, desde las artes visuales, presentó los trabajos de Mauro Guzmán y Pablo Rosales. Guzmán exhibió una serie de video-instalaciones realizadas en estos últimos años donde diversos personajes escenificaron la relación entre cuerpo y género. Rosales presentó cuatro obras que partieron de la escalinata del museo y finalizaron frente al retrato de Manuelita Rosas de Pueyrredón con una retrospectiva en versión reducida. Por último, Básica TV exhibió sus producciones donde se destacaron la edición excesiva y el brillo del plasma, Emilio Bianchic muestró sus uñas esculpidas junto a la Ninfa Sorprendida de Manet. Desde la propuesta musical se planteó un recorrido que atraviesa la música folclórica en Dat Garcia, el cuarteto de cuerdas Aqualactica y al cantautor Aldo Benitez.