Aldo de Sousa galería
del 10 de agosto al 21 de septiembre de 2023
Buenos Aires, Argentina
Los dispositivos llamados libros se inventaron hace mucho tiempo. Objetos silenciosos que se podían encontrar en bibliotecas, volúmenes que ocupaban un lugar en el espacio hasta que alguien los abría, comenzaba a leerlos y hacía de ellos una máquina de sentido. Pero eso ha quedado en la historia, hoy nuestra realidad se transfiguró: no hay cosas y textos, las cosas ahora están hechas de textos.
El libro fue pensado para un mundo en donde los que escribían eran pocxs y los lectores eran muchxs, en este mundo contemporáneo en cambio todos escriben. Cortázar ya lo había anticipado en un cuento: “como los escribas continuarán, los pocos lectores que en el mundo había van a cambiar de oficio y se pondrán también de escribas.” En ese breve relato se narraba un planeta desbordado de libros, éstos obstruían caminos, secaban con su papel océanos, aplastaban trigales y las personas los comenzaban a utilizar para construir muros y casas .
Esa premonición literaria trazó un fiel retrato de lo que acontece en la actualidad, donde la sobreproducción de escrituras es tal, que las palabras se acumulan en cantidades y los libros ya no son esenciales para su divulgación; los textos viven sin ellos y se replican en todo el ciberespacio, trazando efectos constantes en nuestra realidad.
Al igual que los libros, nuestros hogares también han perdido su locación permanente: están constituidos por vínculos entre multiplicidades que yacen dispersas, nómades; ya no habitamos casas, sino mundos con formas transitorias que se concretan en objetos efímeros. ¿Qué queda entonces de esos lugares, de aquello que nos permitía un exiguo refugio para lo íntimo? Quizás sólo una ventana, una guarda, una pequeña luz, una planta, un techo que nos cobije o una reja para marcar una frontera. Son esos fragmentos (hechos con textos) los que en nuestro ensueño nos permiten reencontrar a tientas un hogar mínimo, momentáneo, que fija sus partes a través de vínculos afectivos, de lazos imperceptibles.
Todos los libros tarde o temprano quedarán deshabitados, seguirán existiendo pero se ubicarán en los márgenes de nuestra realidad. Prevalecerán como las ruinas que a través de pequeños indicios sugieren construcciones que ya no podemos visitar, jugando con nuestra imaginación y nuestra nostalgia, prometiendo el retorno a lugares imposibles, a universos de otro tiempo.
Pablo Lehmann, invierno de 2023.