Frágil, Fundación Klemm / by Aldo de Sousa

Agosto 2015
Curaduría: Julio Sánchez
Artistas: Fabiana Larrea, Pablo Lehmann y Andrea Moccio

Obras Pablo Lehmann:

Inventario de palabras del idioma español (a-d)
135 x 99 cm
Papel calado
2015

Las sandalias de Kawabata / Las sandalias de Sófocles / Los amores de Marguerite
Medidas variables
Papel calado
2013-15


Texto Curatorial
Entre lo efímero y lo duradero se ubica lo frágil. Por siglos se ha creído que la eternidad era una aspiración del arte, que la obra debía crearse para que trascienda la vida de su creador. Pero no todos los artistas pensaron igual. Las experiencias performáticas, las intervenciones en el paisaje y el uso de materiales perecederos demostraron que un momento breve era tan válido como el eterno. Fueron efímeras las performances de Joseph Beuys, las coloraciones de cursos de agua de Nicolás García Uriburu y las lechugas de Giovanni Anselmo. Las diversas formas de reproductibilidad y el archivo las ponen a salvo -o al menos así lo creemos- a estas obras de la pérdida y el olvido. Existe un término medio entre aquella pretensión de durabilidad infinita y la contingencia de lo efímero, y esto es lo frágil, aquello que tiene una estructura ontológica que puede fracturarse en cualquier momento por acción de agentes externos. Es eso que está, pero en cualquier momento puede dejar de estar. En términos absolutos todo soporte artístico es frágil, la tela puede ser acuchillada o perforada (lo demostró Lucio Fontana), la madera se agrieta con los cambios de temperatura, el mármol tan elogiado por su dureza tiene en la Venus de Milo la verificación de su condición ambigua. Edificios nobles, de piedra o madera han sido arrasados por las fuerzas de la naturaleza o por la mano de hierro del hombre. Más aún, nuestra existencia material es también frágil aunque no nos guste reconocerlo. Algunos artistas han elegido la fragilidad como leitmotiv de su obra. Fabiana Larrea, Andrea Moccio y Pablo Lehmann producen obras que exigen una manipulación cuidadosa, un cuidado especial para conservar su pervivencia; una ráfaga de viento podría dañarlos. Dos de ellos han utilizado el papel; la tercera, hilo de coser blanco. El papel es dúctil, es una superficie bidimensional que puede manipularse y convertirse en un objeto, se desgarra fácilmente, pero también puede lacerar la carne con su filo. Del mismo modo, el hilo puede unir y a la vez puede cortarse de sólo un tirón, he aquí la riqueza de estos materiales: contienen potencias opuestas, construyen y destruyen, arman y desarman. Pablo Lehmann avanza con un cortante por la superficie del papel para recortar letras y palabra. Lo suyo no es la exactitud de los artistas conceptuales, la exploración del concepto, sino el goce por la materia aunque sin restringir su gusto por la filosofía y la literatura. Presenta una serie de tres trabajos de pared inspirados en la enciclopedia o en un Inventario de palabras del idioma español como él mismo tituló a su obra. Cada papel calado se superpone con otras capas, de manera tal que aquello que se veía vacío aparece lleno. A lo lejos cada obra roza los límites de la abstracción, de cerca se pueden leer claramente las palabras seleccionadas. Textos de Sófocles, Marguerite Duras y Yasunari Kawabata, algunos de los autores favoritos de Lehmann, son la materia prima para calar planchas de papel y con ellas construir tipos de calzado asociados a la cultura de estos tres autores; estos constituyen el segundo grupo de trabajos, más tridimensionales. Hay una diálogo fértil entre la moda del calzado, variable y olvidable, y la continuidad de las obras escritas por estos autores. Fabiana Larrea presenta obras que forman parte de sus dos series: Intentos (para decidir que debe estar en la mente) y Los sueños breves, que constituyen un conjunto de tejidos aéreos parientes de la telaraña aunque infinitamente más complejos, con una técnica personal que puede emparentarse con el ñandutí o el crochet, y sobre todas las cosas a sus recuerdos de infancia. Nuestra artista trabaja como una Aracné contemporánea, sus tejidos se abren en el espacio con formas complejas y tramas irregulares; uno puede imaginarse que en algún momento cada tejido fue un carrete de hilo con las hebras prolijamente enrolladas y de pronto, como un minúsculo big bang, estalló la forma. Cuando se iluminan, apenas proyectan sombra, tal la sutileza de su existencia. En ese despliegue de forma hay más vacío que materia, algo poco frecuente en el arte contemporáneo más adepto a la acumulación de objetos que a su eliminación. Los hilos blancos de coser se abren al espacio como si en vez de atrapar una presa –como lo hace la araña- quisieran contener eso que se escurre a cada instante, esa sucesión de momentos que constituyen la vida. Andrea Moccio es una experta grabadora que ha usado la serigrafía de forma profesional y artesanal a la vez, su técnica consiste en imprimir papel de seda en ambos lados en forma manual para luego troquelarla con sacabocados, el papel se carcome hasta dejarlo al borde del naufragio. Logra una textura escamosa, parecida a la piel seca de una serpiente o quizá al exoesqueleto, como el que dejan las cigarras adherido a la corteza de los árbol. Sin embargo ella prefiere llamarlo más poéticamente piel de dragón, en efecto el tamaño de sus obras hace pensar más en un ser de dimensiones heroicas, que en un insecto de verano. Esos papeles que recorren el espacio recuerdan a los tantos dragones que antaño poblaban la imaginación de poetas medievales, y que hoy resurgen o se avivan en las sagas heroicas del cine y la literatura juvenil. Esa piel enorme se desplaza por el espacio de la sala con sinuosas líneas, como siguiendo el rastro de un ser irreal, se levanta como un muro que a la distancia parece vigoroso, pero en la cercanía es delgado, con ínfimas e infinitas perforaciones. Es un muro frágil que podría ser atravesado por un niño a la carrera. Pasional es el video blanco y negro de un minuto de duración que se proyecta en loop, muestra cómo las manos de la artista manipulan y perforan una estructura alveolar de papel; el volumen tiene el aspecto de una esponja de mar gigantesca que es desgarrada por la presencia humana. El sonido del papel rasgado se asemeja al chisporroteo del fuego, es una chasquido que se repite a intervalos regulares y que produce muestras casi el mismo efecto hipnótico al observar una chimenea en invierno. Tanto en materiales, formato y sentido el trabajo de los tres artistas es claramente distinto. Tienen en común una técnica meticulosa, casi obsesiva, de precisión y repetición, más cercana a formas de meditación con mantras. La técnica de cortado, perforación o tejido que usa cada uno corre el riesgo del aburrimiento minimalista, pero a la vez la posibilidad de saltar a otro estado de conciencia. Sus obras se sitúan entre la materialidad y la inmaterialidad en un justo y delicado medio, en una alternancia de llenos y vacíos. Mientras que Lehmann se compromete con un trabajo más ligado al logos, Larrea trata de enrejar el vacío y Moccio acribilla el papel de seda para escamarlo, los tres trabajan al borde de la materialidad y con sus obras componen un elogio a la fragilidad.
Julio Sánchez