Galería Aldo de Sousa
Septiembre de 2018
Buenos Aires
Andrés Brück (Buenos Aires, 1986) Jorge Lezama (Buenos Aires 1921 - 2011)
Los artistas visuales operan en un espacio mediático en el que no hay una diferencia clara entre los vivos y los muertos, sus obras conviven armoniosamente en esta sala al igual que lo hacen por ejemplo en los museos o en internet. Esta noción se expande hasta las generaciones futuras, incluso a los que todavía no nacieron.
Así pareciera que lo entendía Jorge Lezama quien, además de dedicar buena parte de su vida a estos objetos que parecen pinturas, también se consagró a la enseñanza. Entre sus apuntes, unos cuadernos prolijamente registrados con notas y dibujos, se advierten su afán por corromper y liberar la geometría, un camino con una dirección bastante clara que comienza con una serie de obras rígidas que abren paso a experiencias más informales. Podría afirmarse, tal como lo demuestran las imágenes, que “siguen una línea”.
En este sentido, la reunión de las obras de Lezama y Andrés Brück indagan en torno a la lengua y sus modos caprichosos de circulación, ese momento en el que el texto escrito es emancipado de su función instrumental de los significantes cotidianos y deviene únicamente imagen.
Existe un entretenimiento en la alusión a la escritura: por momentos aparenta ser descifrable pero no interpretable en nuestra apelación al vocabulario cotidiano. Improcedente restitución de la vaguedad en su aspiración caligráfica. Dibujo de misivas, letras soberanas, inscripciones yuxtapuestas, distintas capas entre las que se filtran símbolos escurridizos que no llegamos a distinguir, ¿o si?
La hermenéutica librada e ilegible, evocación de la palabra, en términos barthesianos: ni una forma ni un uso, tan sólo gesto, lo que queda de una acción, una atmósfera, una estela.
Una pintura de negro sobre negro parece anunciar lo que un filósofo ruso/germano advirtió: el cuerpo del artista muere pero el virus del arte sobrevive a la muerte de su cuerpo y comienza a infectar el cuerpo de otros artistas.
Es por eso que Malevich realmente creía en el carácter transhistórico del arte.