Galerías Aldo de Sousa y Barro
Mayo 2019
Buenos Aires
Curaduría: Ángeles Ascúa - Jimena Ferreiro
Lido Iacopetti nació en San Nicolás (Provincia de Buenos Aires) en 1936. A los 17 años inició sus estudios de dibujo y pintura en su ciudad. Realizó algunos retratos y paisajes con gran detalle y meticulosidad, en su mayoría réplicas académicas. En 1958 se radicó en La Plata para estudiar pintura en la Escuela Superior de Bellas Artes (actual Facultad) de la Universidad Nacional de La Plata. Sus primeras experiencias en el nuevo contexto universitario estuvieron ligadas a cierta imagen postcubista. Estas series se prolongaron hasta 1963, año en el que realizó su primera exposición individual en el Círculo de periodistas de la Provincia de Buenos Aires que contó con prólogo del historiador del arte Ángel Nessi, una figura de enorme peso para esa generación de artistas locales.
En 1964 inició su serie de “rectángulos divididos”. Claudio Martini y Daniel Sánchez comentan que “no fueron ni Mondrian ni Torres García sus inspiradores, sino simple y llanamente, las banderas del comedor universitario donde asistía a diario”. La comida diaria, el pan, entre otros elementos domésticos fueron parte de su repertorio iconográfico que tomó el plano pictórico en una representación planimétrica, siguiendo las lecciones del célebre Héctor Cartier, profesor de Visión y referente ineludible para la vanguardia platense.
Ese mismo año colaboró con Diagonal cero, la revista experimental creada por Edgardo Antonio Vigo en 1962, y realizó una nueva exposición individual, esta vez en Buenos Aires y en la mítica galería Lirolay, epicentro de la vanguardia porteña de la primera mitad de los 60. Al año siguiente presentó una nueva muestra en esta galería donde logró vender algunas pinturas. Para entonces la serie de los rectángulos se había extinguido. Lido habla de cierto “desencanto” con la escena de Buenos Aires que lo llevó a tomar una fuerte determinación. Luego de su excursión a la metrópoli, decidió refugiarse en su taller y trabajar en soledad. Allí descubrió su propia imagen y una “nueva familia”, como señala Verónica Gómez. Desde entonces, Kandinsky, Klee, Xul Solar, Gambartes, Marc Chagall, Bergman y Gómez Cornet conformaron su panteón artístico. Su propia manera de estar en el mundo: “en la sombra de la luz”.
Su programa artístico quedó plasmado en el texto manifiesto “Nueva Imaginación” publicado en 1969, que guía su trabajo desde entonces:
Denominé en 1965 Nueva Imaginación a todas mis imágenes pictográficas realizadas desde entonces sin interrupciones: rectángulos divididos, 1963; ensamblados, 1965; tiras, 1968; postes, 1970 (...) Mi actitud se sostuvo así, siempre clara y definida, dado que asumí la actividad artística como medio de transformación y de liberación y no como forma de egolatría o de espectáculo (...) La Nueva Imaginaciónes por el contrario, la expresión de un espíritu colectivo, cuyos signos (pictografías) son representativos-simbólicos de un nuevo mundo.
En los años 70 las pinturas de Lido experimentaron sobre diversos formatos como tiras angostas y largas, pinturas a dos caras en las que intervino tanto el frente y el dorso, bastidores con espacios vacíos como agujeros. El desarrollo de las figuras proviene de una síntesis formal de inspiración precolombina.
Este momento se caracterizó por ampliar y democratizar los espacios por el que circularon sus obras. La primera de estas experiencias fue en unaboutique en 1970 en la que exhibe una serie de pinturas y objetos que convivían con los productos que se comercializaban en la tienda. En dicha oportunidad también presentó el “Homenaje al agujero”. Al año siguiente, realizó una exhibición en la rotisería Carioca, sus obras asomaban entre latas de tomate, salames colgando o arriba de una heladera, para esa ocasión comparte el manifiesto “Día del Kilo” en referencia a aquellos acontecimientos que nunca se concretan. Durante cinco años realizó exhibiciones en la Joyería y Relojería Núñez, Muebles Norte, Gong Sport, Óptica La Plata, Zapatería Carlos, Restaurant La Parrilla entre otros comercios de la ciudad y sus alrededores.
Paulatinamente abandona el formato ortogonal. Se trató de una etapa muy prolífica de pinturas acrílicas realizadas sobre soportes irregulares de chapadur y aglomerado. En alguna de ellas incluyó palabras. En sintonía desarrolló las imigrafías, una serie de papeles doblados como en origami sobre los que dibujaba con marcadores o birome. Originalmente estos trabajos fueron concebidos para ser regalados, luego los intercambiaría en distintas plazas por los que solicitaba dinero a voluntad que donaba a instituciones de bien público. En 1975 realizó lo que denominó “Exposición efímera” en la galería Carmen Waugh, donde presentó sus Ofrendas ambulantes obsequiando al público dibujos y pinturas.
En la década del 80 retomó el plano tradicional de pintura al óleo sobre tela con las series de los Auros neologismo de agujero y de los Ejos síntesis de espejos. Se tratan de obras realizadas sobre ensambles de distintos bastidores, en algunos casos entre unidad y unidad dejaba agujeros vacíos que forman parte de la pieza. En ellas los motivos se suceden en un juego translúcido de sombras y reflejos.
El universo fundamento de todo, es un gran agujero, la vida su respuesta más contundente, es otro agujero. El sol, fuente de alimentación de nuestro planeta es un agujero, nuestra propia tierra, es a partir de infinitos agujeros (...) El Agujero es la fuente de la vida, como no poetizar y pintarlo (...) (Lido Iacopetti)
El año 1987 dio comienzo a la serie de las Evocaciones en las que incorpora en sus pinturas a modo de homenaje fragmentos de obras de algunos artistas que admira como Van Gogh, Gambartes, Rembrandt. Estos ensayos devienen en la serie Los rescates donde utiliza sus propios trabajos de formación que introduce como collage dentro de sus obras.
En 1989 aparecen las Expansiones que tradujo en pinturas de gran formato influenciadas por la teoría del Big Bang. Como su nombre lo indica, son composiciones espiraladas que se desarrollan desde un núcleo que desborda la superficie de la tela. Estas series, cuyas imágenes parecen flotar en el cosmos, dan cuerpo a sus Pictocosmogonías que son “evidencias de un viaje oceánico cósmico desde la ventana al caos que es el arte”, como afirman Claudio Martini y Daniel Sánchez.
A partir de 2001 comienza una nueva etapa que se identifica con su seriePictogonías, donde por primera vez se interroga por el ser, en una formulación existencialista y signada por un contexto personal de crisis. Dolor, agonía, resiliencia, apuntan los autores mencionados para dar cuenta de ese tiempo marcado también por la catástrofe social y económica del país.
Dentro de esta etapa también produjo la serie De los vicios y las virtudes, donde trabajó sobre los pecados capitales. Lido aclara que no se trata de un mensaje moralizante ni persuasivo, sino que busca contribuir a mejorar la condición humana. Con un propósito semejante produjo entre 2003 y 2012 los calendarios de Pro-Infantia en colaboración con la Fundación para la Promoción del Bienestar del Niño en La Plata. Un acto benéfico con el que recuperó la antigua pasión por el arte de calendario, que lo acercó a otro artista “imaginante popular” como fue Florencio Molina Campos.